El Chico.
De imaginación apabullante.
Su cabeza
estaba triste.
Pero no se rendía.
Decidió
sopesar ese "estar".
Lo hizo.
Y tanto que lo hizo.
Se imaginó
una isla.
Totalmente a su medida.
Diferente a las demás.
No habían ni gatos ni ratones.
Mar sí que había.
Pero era su mar.
Salado y dulce a la vez.
Por unos instantes
su cabeza dejó de existir.
Y es que esa isla
se enamoró de él.
Y él de ella claro.
Pero no sabía algo.
Que su imaginada isla
podría llegar a ser real.
Todo era QUERER.
Con ganas.
Con tesón
y
mucha Voluntad.
Escrito por María del Río.
De imaginación apabullante.
Su cabeza
estaba triste.
Pero no se rendía.
Decidió
sopesar ese "estar".
Lo hizo.
Y tanto que lo hizo.
Se imaginó
una isla.
Totalmente a su medida.
Diferente a las demás.
No habían ni gatos ni ratones.
Mar sí que había.
Pero era su mar.
Salado y dulce a la vez.
Por unos instantes
su cabeza dejó de existir.
Y es que esa isla
se enamoró de él.
Y él de ella claro.
Pero no sabía algo.
Que su imaginada isla
podría llegar a ser real.
Todo era QUERER.
Con ganas.
Con tesón
y
mucha Voluntad.
Escrito por María del Río.
Yo también creo que es posible, y eso, a veces, me da un poquitín de miedo.
ResponderEliminarQue bonito Maria...yo también pienso en mi isla, en la Mía si ha gatos y maúllan sin cesar, no llegan a alcanzar las bandadas de caballitos de mar que vuelan sobre ellos......
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