Dos direcciones.
Él.
Tira el balón.
Le da una dirección.
Ya no hay marcha atrás.
Se convierte en jinete
por unas horas.
El camino es largo.
Galopa.
Pero observa todo lo que le rodea.
Se para.
Un campo de puerros.
Coge un manojo.
Crea un ramo de puerros.
Él es creativo de nacimiento.
Y no estándar.
Galopa otra vez.
El camino se acaba.
Le entra un espasmo.
Pero del bueno.
Del que no duele.
Un espasmo
gratificante.
Llega.
La ve.
Una mujer
de piernas escandalosas
y tobillos de vicio.
Lo que no sabe él
es que la otra dirección
le hubiera llevado
al mismo destino.
Así lo quería ella.
Escrito por María del Río.
Él.
Tira el balón.
Le da una dirección.
Ya no hay marcha atrás.
Se convierte en jinete
por unas horas.
El camino es largo.
Galopa.
Pero observa todo lo que le rodea.
Se para.
Un campo de puerros.
Coge un manojo.
Crea un ramo de puerros.
Él es creativo de nacimiento.
Y no estándar.
Galopa otra vez.
El camino se acaba.
Le entra un espasmo.
Pero del bueno.
Del que no duele.
Un espasmo
gratificante.
Llega.
La ve.
Una mujer
de piernas escandalosas
y tobillos de vicio.
Lo que no sabe él
es que la otra dirección
le hubiera llevado
al mismo destino.
Así lo quería ella.
Escrito por María del Río.
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