desde que le regalaron
sus primeras zapatillas.
Era un renacuajo
pero
su mirada
tenía melodía.
Melodía
que no cansa
sino
que atrapa.
Creció
y con la mejor
música
enloqueció.
Y lo contagió.
Vaya...si lo contagió.
Es mi mejor confidente musical
y de infinidad
de estares.
Pero
ante todo
hay
melodía
cuando me acuerdo de él.
Y cuando lo veo
la canción
está servida.
A veces
es instrumental
a veces no.
Y es que sus
detalles
son un deleite
para mis oídos
para mis ojitos
y para mi cabecita loca.
Escrito por María del Río.