Siempre que voy a ver a mi familia pienso en la manera que tengo de comportarme.
Cuando eres adolescente la casa de tus padres es tu casa pero a la que
te independizas dices "voy a casa de mis padres", a pesar de que ellos
te hacen saber que también es tu casa.
Cuando voy parece como si determinados actos que hacía cuando vivía ahí, volvieran a resurgir.
Llamádlo manías o costumbres.
Una de ellas es como dice mi madre, poner mi "santuario" en la cocina. Mi vasito, mi jalea real y mis infusiones varias.
Otra es sacar una cestita del cajón de mi habitación y poner mis pendientes y cosas varias.
Las casas de los padres cambian una vez te vas.
Mi habitación en
apariencia ya no es la misma pero dentro de los cajones y armarios
siguen estando mis cosas.
Agendas del 2002, cartas, camisetas cortadas
por mi, libros jurídicos y un sinfín de artilugios que no sé a día de
hoy, qué utilidad tienen.
Mis padres no tocan nada. Y el motivo, además
de respeto por mis cosas, creo que se debe a no querer que esos momentos
de mi infancia y adolescencia se difuminen.
Y qué bien que sea así.
Así que cuando voy a verles me hacen sentir que estoy otra vez en mi casa y no en la de ellos.
Ah! Se me había olvidado algo, las pequeñas discusiones también salen a
relucir a veces.
Pero familias perfectas no hay y yo soy muy fan de las
imperfecciones.
¿Os pasa también a vosotros?
Escrito por María del Río.
martes, 18 de abril de 2017
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