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martes, 24 de agosto de 2010

No jugaba al escondite.

Decidió
no mostrarse más.
Ya no
se vería
su peculiar flequillo.
Tampoco su
escote de escándalo.
Ni su clavícula
perfecta e imperfecta
a la vez.
No jugaba al escondite.
Se escondía sin más.
Y es que el motivo
no era moco de pavo.
Su compañero
murió
de tener la enfermedad
de la arteria carótida.
Y no era ninguno
de los dos expresidentes argentinos.
Ni Carlos Menem.
Ni Nestor Kirchner.
Que también murieron de lo mismo.
Pero en este caso
murió
de esta enfermedad
sin tener
los síntomas normales.
Él murió
por quererla demasiado
y la sangre
dejó de llegarle al cerebro.
Le pasó
por retenerla toda
en su corazón.
Surrealista. Sí.
Pero tierno también.
Escrito por María del Río.

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