no sabían
la que se
le avecinaba
a su hija
Facundia.
Y es que llamarse así
conllevaba
múltiples comentarios.
Cuando era pequeña
los profesores
le tapaban la boca
con celo
cada día de clase.
Decían que era lo mejor
para su ataraxia.
Ella no entendía nada.
Pero la edad
le dió la respuesta.
Ya no era una margarita.
Sino una mujer.
Su primer novio
le tapaba la boca
con besos.
Al menos eso no le entristecía tanto.
Con el tiempo
se olvidó de las palabras.
La expansión de su lenguaje
se hizo nula.
Y es que como he dicho antes
llamarse Facundia
no es moco de pavo.
Me pregunto
si los padres
lo hicieron
a propósito
o simplemente
les gustaba
ese nombre.
Doña Facundia
no volvió a hablar.
Al menos
eso me comentaron.
Escrito por María del Río.
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