Su pelo no le pedía cuidados pesados.
Su ojo no le pedía eye-lyner.
Su voz podía silenciar.
Su boca podía jugar como quisiera.
Su cuerpo podía tener espasmos en toda regla.
Su piel respiraba a su antojo.
Sus piernas revoloteaban como una niña.
Su apoyo era la espalda de él.
Una Siesta compartida.
Una delicia de Siesta.
Escrito por María del Río.
Su ojo no le pedía eye-lyner.
Su voz podía silenciar.
Su boca podía jugar como quisiera.
Su cuerpo podía tener espasmos en toda regla.
Su piel respiraba a su antojo.
Sus piernas revoloteaban como una niña.
Su apoyo era la espalda de él.
Una Siesta compartida.
Una delicia de Siesta.
Escrito por María del Río.
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