visitas

miércoles, 11 de noviembre de 2015

A ti

Las 7 de la mañana.
Un hombre apuesto de pelo blanco se despierta. Coge su albornoz y se va directo a la puerta de su casa a recoger el periódico.
Va a la cocina y prepara el café. Mientras se come un yogur con nueces porque son buenas para el corazón. También un plátano porque tiene potasio.
El café murmura y le avisa que ya está listo para ser degustado con un trozo de bizcocho que le hace siempre su mujer.
Sin duda alguna, es su mejor momento. Desayuna de pie leyendo el periódico y va mirando el amanecer a través de la ventana de la cocina. Tiene suerte. Puede ver el horizonte donde el mar y el cielo se besan. Vive en una ciudad con mar.
Tras este momento delicioso se ducha y se viste sigilosamente dando toda la elegancia a su cuerpo con unos pantalones, camisa y americana perfectamente planchada. Luego sube al salón y sigue desmenuzando las líneas del periódico hasta que decide irse a su despacho a batallar con las leyes. Podría haberse jubilado desde hace años pero las leyes le adoran por su lealtad y su humanidad. No hay muchas personas que trabajen con la profesionalidad y la humildad de este hombre. Él es así y no sabe hacerlo de otra forma. El camino hacia su despacho es corto pero él lo disfruta mirando hacia arriba. A las fachadas de los edificios.  Llega al despacho y ahí despliega toda su sabiduría e intenta mediar en los diferentes litigios de las personas. Lo hace bien. Doy fe. Hay días que decide tomarse la tarde libre y llama a su mujer para ir al cine, ir a La Central a comprar libros, ir a hacer fotos o ir a una exposición. Se lo pasan bien juntos y se ríen. Desde otra ciudad una chica se acuerda de este hombre que tanta paz le da. Y más cuando él le llama y le dice: “Hola Princesa” o cuando recibe un email de él con recomendaciones literarias y culturales y su despedida es así: “Por hoy como siempre, es poco, pero este poco si es denso es bastante. Un abrazo fuerte “. Tengo recopilados todos los emails con este hombre y son una auténtica maravilla.
Lo es porque este hombre es mi padre. 
Ese hombre que prefiere los abrazos a los besos porque el abrazo te acoge con todo su esplendor. 
Ese hombre al que mi cabeza y mi corazón le ha dado la mejor habitación con vistas que pueda haber. 
Ese hombre al que no quererle podría ser considerado delito.
Escrito por María del Río.

No hay comentarios:

Publicar un comentario