Su primer fin de semana solo.
Ya había llegado el momento de que sus padres aceptaran que ya no era un chico de pasar los fin de semanas con su cuaderno de deberes Santillana.
Era el momento de quedar con ella. Esa niña/chica pizpireta sin proponérselo, de pelo alborotado y una boca con unos labios carnosos dignos de ser besados una y otra vez.
Él no dio el primer paso. Fue ella. A la salida de la clase de matemáticas. Fue clara. Mira, nunca he dado un beso y la verdad es que no sé si tú ya has besado todas las bocas de la escuela, pero eso me da igual, porque para mi serás la primera boca a quien bese. Si tú quieres claro.
Era inteligente. Él había besado a 5 bocas pero la que quería era la de ella. Sobre todo por su seguridad y porque nunca hubiera pensado que acabar una clase de matemáticas fuera tan gratificante.
Quedaron el sábado a las 19. Él estaba nervioso pero se lo negaba a si mismo. Pero dejó de hacerlo cuando de repente pensó que aunque hubiera besado otras bocas, no sabía besar. Ahí se colapsó y sólo quedaban 10 minutos para que ella llegara.
Llegó. Con una sonrisa de lado a lado. Se sentó en el sofá como si estuviera esperando el autobus del cole y con un gesto lade su mano le pidió que fuera al lado suyo. Él se acercó y ella le dijo que le besara. No pudo y ella sonrió. Sabía que te pasaría eso dijo ella. Desvirgar a una chica en su primer beso es una gran responsabilidad y más si las demás bocas besadas no han sido con chispa. Otra vez volvía a ser inteligente y eso a él le incomodaba a la vez que le tentaba besarla una y otra vez. Tras un silencio entre los dos ella mojó sus labios con los de él y simplemente sucedió. Fue el primer beso para los dos y quizás el mejor de sus vidas. Tan fue así que a día de hoy cuando lo recuerdan, pueden volver a probarlo una y otra vez. Nunca se despegaron el uno del otro.
¡Qué cosas!
Escrito por María del Río.
viernes, 21 de agosto de 2015
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