Una terraza.
Él había quedado con una mujer.
No sabía su nombre.
Pero sí sabía
que era pelirroja y con ojos verdes.
También que llevaría
los labios pintados de rojo.
Esperaba.
Y mientras tanto
miraba el adoquín que tenía a sus pies.
También la bandeja
que había dejado el camarero en la mesa de al lado.
La espera cada vez era más impaciente.
Ni un amigo pasaba por ahí
para hacer tiempo.
No sabía su nombre.
Y nunca lo supo.
Nunca llegó.
Una lástima.
Él la hubiera llamado Candela.
Escrito por María del Río.
Él había quedado con una mujer.
No sabía su nombre.
Pero sí sabía
que era pelirroja y con ojos verdes.
También que llevaría
los labios pintados de rojo.
Esperaba.
Y mientras tanto
miraba el adoquín que tenía a sus pies.
También la bandeja
que había dejado el camarero en la mesa de al lado.
La espera cada vez era más impaciente.
Ni un amigo pasaba por ahí
para hacer tiempo.
No sabía su nombre.
Y nunca lo supo.
Nunca llegó.
Una lástima.
Él la hubiera llamado Candela.
Escrito por María del Río.
no era su momento todavía. quien sabe
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