El sábado pasado tras toparme con una médico que no me atendió bien (o
mejor dicho, no me atendió) cogí un taxi a las 1 de la mañana impotente
de no haberle podido decir 4 palabras que la dejaran seca. Raro en mí
que no pudiera articular palabra la verdad.
Me subí al taxi viendo cómo
la gente celebraba la victoria del barcelona y otras caras felicianas al
haber ido a ver al Boss.
Evidentemente yo poco tenía que celebrar pero
de repente me ví en la calle que divide el mar y la
montaña en Barcelona con un taxista que conducía al son del tema
musical "I'm on fire" de Bruce Springsteen.
Al cabo de unos segundos él
empezó a cantarla y fue en ese preciso instante cuando pensé: que no
acabe la canción, que no pare de cantar y que no llegue a mi destino
nunca.
No es que me quisiera ir con el taxista sino que me quería
quedar en ese momento y con esa voz durante horas. No pude contenerme y
le pregunté que si había podido ir al concierto. Desgraciadamente no
pudo ir porque su cuenta corriente no se lo permitía y que deseaba que
algún día él y su hijo lo pudieran ver.
Le dije que lo había visto en un
concierto hace 18 años y ansioso me pidió que le contara cómo fue para
mi esa experiencia para así poder acercarse más a su ídolo.
Se lo conté
mientras veía que mi destino estaba a escasos metros y le pedí algo
antes de pagarle.
Que me tarareara "I'm on fire". Él se rió pero lo
hizo.
Y le dije "cantas mejor que él". A mi me has hecho feliz.
Se
sonrió y me dijo: "A mi también, gracias."
Otra vez pienso lo mismo.
Cuánto poder de unión y magia tiene la música.
Es el mejor antibiótico para la vida.
Escrito por María del Río.
lunes, 16 de mayo de 2016
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