Sueños tenemos todos y cambiantes según avanzamos con la edad pero en mi caso tengo uno que se me resiste desde bien pequeña.
Os cuento.
Mi sueño es sonreir sin vergüenza.
Sí. Quizás penseis que es una tontería pero no.
Desde los 5 años hasta los 17 años llevé aparatos. De todo tipo. Aparato bucal nuevo que salía, aparato que iba destinado a mi boquita. Importante fui. En el dentista. Hasta me conocieron en un congreso de odontología donde mi caso bucal fue un ejemplo a estudiar. Mi boca no era un desastre aparentemente, pero sí internamente. Y ya sabeis que como en el desamor, los daños más internos son los que suelen durar más en cicatrizar.
En fin que durante esos años no tuve la opción de sonreir libremente. Mi mano izquierda (soy zurda, pero esa historia os la explico otro día) siempre tapaba mi boca cuando sonreía. Así que parecía una niña sin sonrisa, a pesar de ser, según gente cercana, una de las niñas más vivaces y alegres del colegio.
Pero a mí eso me daba igual, yo lo que quería era sonreir de lado a lado sin ningún tipo de pudor. En el colegio tuve la gran suerte de que mi mejor amiga también llevaba aparatos, por lo que las risas de los niños eran repartidas.
Entrada la adolescencia ya no lo llevé tan bien. Durante esos años aprendí a utilizar la técnica de sonreir con mesura y poder controlar perfectamente la
medida exacta para que no se me vieran esos hierros plateados.
Mi primer beso fue con aparatos. Todavía me acuerdo de aquel chico que le dio igual unos hierros ya que lo que más le gustaba de mí era la facilidad dialéctica que tenía para hacerle reir. Todavía le sigo agradeciendo ese detalle y que no se quedara sólo en un primer beso sino en incontables durante muchos años. Luego la historia se truncó pero mi aparato bucal no fue el motivo por lo menos.
El día más esperado fue el de no llevar más aparatos bucales. Sí. Ese día llegó. Y me ví sin esos hierros pero sin poder sonreir. Los tics y técnicas varias para ocultar la sonrisa no eran tan fáciles de despedirlos sin más. Así que durante unos años seguí ocultando un detalle tan valioso y gratificante como es el de demostrar alegría y felicidad.
Un día me propuse experimentar ese gesto en la cara, tras una avalancha de peticiones de familiares y amigos y tal fue mi sorpresa que no volví hacerlo durante unos meses más. Menuda sonrisa más poco atractiva! No me gustó nada. Quizás se debiera a la poca costumbre pero no me convenció para nada.
Tampoco pedía tener esa sonrisa perfecta e hipnotizadora de Julia Roberts (bueno en el fondo sí) pero sí una sonrisa que produjera algo atractivo.
Quizás por eso tengo predilección por la profesión de los fotógrafos que saben captar la mejor sonrisa en cualquier momento. Tengo el privilegio de conocer a fotógrafos que hacen auténticas obras maestras con su ingenio y carisma innato, pero todavía no han conseguido hacerme una foto sonriendo. Es difícil convencer a una Tauro como yo. Pero todo se andará. Espero!
A pesar de mi "no sonrisa" aparente puedo demostrar que vitalismo y alegría me sobra, pero por inseguridades de la vida todavía no he logrado alcanzar ese sueño tan importante en mí.
Curioso es que estoy acabando de escribir estas líneas y me he dado cuenta que estoy sonriendo de lado a lado.
Ahora solo falta que os lo creais.
Escrito por María del Río.
Foto de Juan Aragonés.
domingo, 15 de septiembre de 2013
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