domingo, 27 de octubre de 2013
MI HERENCIA PREFERIDA
Quizás la mejor herencia emocional que he recibido es la curiosidad (sin ser cotilla) por aprender y crear. Esta "herencia emocional" la he recibido de mis padres.
Ahora entiendo de dónde me viene esa adicción a crear historias de personas anónimas en cada momento. Y es que a mí sentarme en un banco a pie de calle, en una sala de espera, en un tren o en una cafetería me da la vida. Me evado de todo imaginándome historias de la persona que tengo al lado mío o el que tengo enfrente. Y siempre pienso si he acertado con la creación de cada vida que he imaginado. Me fijo en su vestimenta, en sus gestos, en su voz y de ahí empiezo a elucubrar una vida. A veces creo dramas de escándalo pero otras veces comedias donde la risa está asegurada.
Este fin de semana he tenido el placer de la visita de mis padres en Madrid y no ha habido ni un sólo día en que no nos hayamos transportado a vidas imaginarias con personas que nos hemos ido topando. Si ya me lo paso en grande creándolas sola, imaginaros una historia "de a tres".
La historia que creamos ayer fue en la maravillosa librería La Central en la plaza del Callao de Madrid. Imaginaos la de múltiples vidas que pueden concentrarse allí. La de las personas que frecuentan a comprar libros y las vidas que hay dentro de cada uno de ellos.
Ahí estábamos haciendo un descanso literario en la cafetería cuando los tres fijamos nuestra atención en una señora. En el mismo instante nos miramos los tres y dijimos con sonrisa pícara que esa iba a ser nuestra protagonista de la tarde.
Comenzamos mi madre y yo alabando su elegante pero informal vestimenta. Y prosiguió mi padre diciendo que su elegancia provenía también en la manera de apoyar la mano derecha en su mentón. La señora estaba esperando a que le atendieran y por sus gestos parecía que llevaba un buen rato en busca y caputura del camarero, pero todo era elegante en ella, hasta su posible "cabreo" de espera. Razón no le faltaba. Nosotros también tuvimos que esperar un buen rato a que nos atendieran. Le pusimos la edad de 60 años pero muy bien llevados. A mi me fascinó su corte de pelo y sus gafas. Era joven de espíritu seguro y estaba convencida de que el plato que iba a pedir sería una ensalada, pero mi madre me ganó diciendo que seguro que se pediría un sándwich. La profesión que tendría estaba dividida entre escritora y profesora, aunque bien podría haber sido las dos. Durante la espera a que le trajeran el plato comenzó a escribir en en el mantel de papel que estaba sobre la mesa. Eso nos encantó. Yo me moría de ganas por saber que estaría escribiendo y pensé qué haría con el mantel cuando se fuera. Nunca lo sabremos porque nos tuvimos que ir antes de que se fuera. Cuando pasamos por delante de ella le sonreí y poco me faltó en pedirle el mantel de papel pero no lo hice. Raro en mí pero ayer no me arriesgué.
Siempre nos quedará la historia que creamos mis padres y yo. La historia de una señora viuda profesora-escritora nacida en Nantes que se encontraba en España en busca de una historia para su próximo libro. Lo que no sabía ella pero nosotros sí, es que aquí encontraría un compañero también escritor que lo dejaría todo para vivir una segunda vida con ella. Sí, ayer tocó comedia romántica. Hoy quizás toque una historia bélica.
Ya os contaré.
Escrito por María del Río.
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