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miércoles, 2 de diciembre de 2015

Matices

"Siempre" y "Nunca" no tienen nada que ver.
No son amigas.
Pero si matizamos y recurrimos a alguna fase de nuestra de vida en la que nos hemos sentido enamorados, vemos que estas dos palabras, adverbios temporales, en sí mismas contrarias, las hemos intentado conciliar diciendo: "Siempre te querré y nunca te olvidaré ".
¡Y todos tan amigos!
Escrito por María del Río.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Dos Mujeres de Trieste


 
Dos mujeres probablemente, sin ellas quererlo, forman parte del recuerdo de los días pasados en Trieste. Con la primera estuvimos en la tarde de nuestra llegada. Callejeando por una calle cercana al hotel nos dimos de bruces con una pequeña tienda, cuyo escaparate y lo que dejaba entrever al fondo de la misma era un "totum revolutum" de objetos. Por encima de todo ello, en un pequeño altillo se divisaba el rostro de una mujer que sentada delante de una mesa oteaba, cual "farista", su pequeño universo con una limpia y amplia sonrisa. 
Nuestra curiosidad, estimulada por aquel desorden ordenado y por la mirada atenta y receptiva de aquella mujer, gobernanta de aquél maremágnum, quedó satisfecha al traspasar la puerta de entrada. Marcos, muchos marcos, de maderas añosas, fotos antiguas, mecedoras, piedras de río, dibujos, acuarelas, carteles, algún cuadro  interesante, libros de arte, objetos de todo tipo. No obstante, todo ello desprendía un cierto perfume personal, como si formara parte del entorno más cercano de aquella mujer que seguía observándonos atentamente. Fue un momento mágico, justo ese instante en el que sin ningún artilugio se estableció una corriente distinta de la puramente mercantil. Ella no pretendía vender, sino explicarnos la relación, íntima y cercana, que mantenía con aquellos objetos. Nos contaba su historia, la particular de cada uno de ellos, con la esperanza de que el comprador, supuesto que se decidiera, siempre pudiera participar de una relación con él mismo, similar , al menos, a la que ella había mantenido hasta entonces
Le  preguntamos sobre algunos de los cuadros. En ese momento, suspiró, su cara esbozó una sonrisa limpia y, a la vez, profunda. Aquellos cuadros los había pintado su padre, del cual nos  enseñó algún libro publicado sobre su obra. Parece ser que tuvo reconocimiento en la sociedad triestina durante buena parte de la postguerra. Su pintura, por lo que pudimos ver, transmitía sensibilidad y buen hacer.
Nuestra visita, inesperada, supongo que para ella, fue grata, hasta el punto de que nuestra despedida podía perfectamente no haber sido para siempre.
La otra mujer de Trieste, fue la recepcionista del hotel en el que nos alojamos.  Mujer atenta y culta, amante de su ciudad y de todo el entorno adriático. Nos dio sus impresiones  sobre las ciudades cercanas, eslovenas y croatas, los castillo de Miramare y de Duino, en donde Rilke escribió "Sus elegías". Incluso, al decirle que teníamos intención de ir a Fiume, italiana en su momento, ahora croata, con el nombre de Rijeka, ciudad hermana de Trieste, nos recomendó que no acercaramos a Hum, un pequeño pueblo de la zona de Istria en Croacia norte, que fue uno de los centros más importantes de la cultura glagolítica y ahora se precia de ser, con sus 17 habitantes, la Ciudad más pequeña del mundo.
Siempre, cada mañana nos preguntaba sobre nuestras excursiones - Liubiana, Fiume, Castillo de Miramare, Hum - y siempre recibíamos de ella algún comentario acertado. El día de nuestra partida, como no podía ser menos, nos despedimos de otra amiga más de Trieste.
Salud para ambas. Siempre las tendré en la memoria.
Escrito por mi padre. Mi confidente, amigo, padre, mentor que siempre me da la mano para avanzar en este camino llamado vida.




viernes, 27 de noviembre de 2015

Me hace

Me hace feliz: 
Remolonear en la cama.
El sonido de la cafetera cuando sube el café.
Empezar la mañana y proseguir el día con música.
Una ducha caliente.
Un cielo despejado.
Saludar a Enrique y Ana, dueños de una panadería-cafetería de al lado de mi casa.
Recibir emails  deliciosos de mi padre.
Recibir un buenos días de mi madre y vídeos de mi hermano que me provocan una carcajada por whatsapp.
Que alguien te piense y te lo diga.
Caminar sin rumbo.
Fotografiar con o sin cámara historias de la vida cotidiana.
Pasarme horas en las librerías rebuscando libros.
Las buenas iniciativas.
Un beso bien besado.
Una mirada limpia.
Vivir con matices.
Buenas amistades que te arropan de por vida.
Una carcajada. Y dos. Y tres.
Escuchar.
Aprender y desaprender.
Caerme y levantarme.
No ser envidiosa.
Alegrarme por lo bueno en los demás.
Escribir.
Agradecer siempre.
Pulpo a la gallega.
Ser pizpireta.
El mar.
Los ancianos .
Los “por qué” de los niños.
Un abrazo de los que acogen.
Jugar.
Ciertos espasmos.
Morder.
Escribir lo que me hace feliz.
Escrito por María del Río.





miércoles, 11 de noviembre de 2015

A ti

Las 7 de la mañana.
Un hombre apuesto de pelo blanco se despierta. Coge su albornoz y se va directo a la puerta de su casa a recoger el periódico.
Va a la cocina y prepara el café. Mientras se come un yogur con nueces porque son buenas para el corazón. También un plátano porque tiene potasio.
El café murmura y le avisa que ya está listo para ser degustado con un trozo de bizcocho que le hace siempre su mujer.
Sin duda alguna, es su mejor momento. Desayuna de pie leyendo el periódico y va mirando el amanecer a través de la ventana de la cocina. Tiene suerte. Puede ver el horizonte donde el mar y el cielo se besan. Vive en una ciudad con mar.
Tras este momento delicioso se ducha y se viste sigilosamente dando toda la elegancia a su cuerpo con unos pantalones, camisa y americana perfectamente planchada. Luego sube al salón y sigue desmenuzando las líneas del periódico hasta que decide irse a su despacho a batallar con las leyes. Podría haberse jubilado desde hace años pero las leyes le adoran por su lealtad y su humanidad. No hay muchas personas que trabajen con la profesionalidad y la humildad de este hombre. Él es así y no sabe hacerlo de otra forma. El camino hacia su despacho es corto pero él lo disfruta mirando hacia arriba. A las fachadas de los edificios.  Llega al despacho y ahí despliega toda su sabiduría e intenta mediar en los diferentes litigios de las personas. Lo hace bien. Doy fe. Hay días que decide tomarse la tarde libre y llama a su mujer para ir al cine, ir a La Central a comprar libros, ir a hacer fotos o ir a una exposición. Se lo pasan bien juntos y se ríen. Desde otra ciudad una chica se acuerda de este hombre que tanta paz le da. Y más cuando él le llama y le dice: “Hola Princesa” o cuando recibe un email de él con recomendaciones literarias y culturales y su despedida es así: “Por hoy como siempre, es poco, pero este poco si es denso es bastante. Un abrazo fuerte “. Tengo recopilados todos los emails con este hombre y son una auténtica maravilla.
Lo es porque este hombre es mi padre. 
Ese hombre que prefiere los abrazos a los besos porque el abrazo te acoge con todo su esplendor. 
Ese hombre al que mi cabeza y mi corazón le ha dado la mejor habitación con vistas que pueda haber. 
Ese hombre al que no quererle podría ser considerado delito.
Escrito por María del Río.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Reflejos

Esa mirada pizpireta cuando quieres algo y no lo verbalizas con palabras.
Esos sorbitos que das con el café hirviendo o la sopa.
Esa cara de querer matar a todo el que tengas por delante antes de desayunar.
Esa cara de éxtasis tras beber un café doble expresso y fumar un cigarro al son de un tema musical.
Como te muerdes las uñas y dejas de hacerlo cuando te mira alguien.
Como te tocas la nariz cuando de repente la timidez te invade.
Como te quedas con la boca abierta literalmente cuando algo te sorprende.
Como se te pone la nariz roja y te quedas sin palabras cuando tienes frío.
Como me gusta cuando me miras y traspasas. 

Que guapa estás cuando te crees que estás en el punto más alto de la fealdad.
Lo atractivo en ti no es cuando estás quieta sino cuando te tropiezas y te levantas con esa sonrisa de niña traviesa.
Por eso y por más habilidades innatas que tienes, te quiero. Me quiero.
A mi lado.
Escrito por María del Río.

sábado, 17 de octubre de 2015

Puntería.

Había sido poco ambiciosa en muchos aspectos de su vida.
Pero hoy decidía serlo para uno en concreto.
Se lo jugó todo y acertó.
Y después suspiró.
Escrito por María del Río.

lunes, 12 de octubre de 2015

PROMETO

Venga va.
Prometo no quererte.
Prometo no desquiciarte.
Prometo que no me des explicaciones.
Lo prometo.
Eso sí.
Prometo jugarte.
Prometo besarte.
Prometo desbordarte.
Hasta que te veas prometiendo olvidarme.
Escrito por María del Río.
Foto de Juan Aragonés
  

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Mírale


Mírale a los ojos y verás algo en ella.
Algo oculto que la hace aún más especial.
Yo todavía no he logrado descifrar lo que es pero algún día lo sabré.
Ella tiene  algo oculto que la delata en su andar y en cómo se muerde las uñas.
También en sus silencios.
Cuando no habla los espacios  se encogen de agonía.
Ella escucha. Lo hace bien. El abrirse no lo hace tan bien. No por inexperiencia sino porque describir un sentimiento o estado no es moco de pavo para ella y prefiere callarse a soltar palabras huecas. Es perfeccionista de nacimiento.
Mírale a los ojos y verás algo en ella.
¡Oye! Mejor no lo hagas. 
Acabarás rendido a ella.
Escrito por María del Río. 

martes, 8 de septiembre de 2015

GRACIAS

Estamos más acostumbrados o nos es más fácil decir lo malo que lo bueno.

Llamádme loca pero yo si veo algo que me gusta por la calle, lo digo. Pero eso es raro. Y es menos raro insultar al otro en el coche o por la calle. 
El otro día cogí un taxi y me encantó la voz del taxista y su elegancia. Sí. Se lo dije. No pretendía ligar. No. Simplemente se lo dije y ya.  Pero eso es raro. Y la verdad es que no lo entiendo. A lo mejor el taxista se fue con una sonrisa en la cara y pasó la noche recorriendo la ciudad con otro talante. 
Estamos acostumbrados a no decir las cosas que nos agradan. Y menos acostumbrados a no dar las gracias por pasar un buen rato con alguien. 
No pretendo dar una lección de esas de positividad al estilo de Jodorovsky pero sí plasmar que si no decimos lo que sentimos, ¿cuándo lo haremos?, ¿cuándo la otra persona ya no esté?. 
A veces pienso cuántas palabras buenas nos habremos reprimido hacia otras personas y dónde habrán ido a parar. Estarán en un planeta a punto de estallar por la acumulación de sentimientos  vacíos  de compañía.  Y me da rabia.  Si estás pasando un buen rato con alguien dale las gracias por ello.  Aunque no lo vuelvas a ver o aunque sea tu amigo más íntimo. 
¿Qué cuesta decir GRACIAS? Dilo en inglés, francés , chino pero ¡dilo! 
Todo esto se extrapola a las relaciones de padres e hijos, amigos, al panadero de al lado de tu casa, por no hablar de relaciones de pareja o de sexo de una noche. Sí, en este último caso es raro decir : “Gracias por esta noche de sexo contigo”. No quieres denotar ni un ápice de emoción aunque hayas estado con otro cuerpo desnudo despojado de corazas. 
Miedo. Cobardía. Inhabilitación emocional o mucha tontería preestablecida.
Y sí. Me incluyo y me aplico todo lo dicho en estas líneas.

Así que utilicemos más las cuerdas vocales para agradecer y no las hagamos callar constantemente.

¡Ah! GRACIAS por leerme. 
Escrito por María del Río.

domingo, 23 de agosto de 2015

PRONÓSTICO

Visión borrosa.
Taquicardias.
Dolor muscular.
Nerviosismo.
Y no era hipocondriaca.
Eran señales de alerta de que algo se avecinaba.
Por fin huía del miedo.
Y posteriormente caería rendida a su boca, su cuerpo y sus palabras.
Por fin se daría cuenta de que estaba ante la enfermedad de no querer enamorarse estándolo ya.
Escrito por María del Río.

sábado, 22 de agosto de 2015

Ruta 66

Consiguió lo que quería.
Hacer la ruta 66.
Pero quería algo más.
Quería recorrerse todos los moteles de cada estado americano.
Con él.
Pero no lo tenía del todo definido.
Tras hacer un riguroso casting durante 4 meses y ya desesperanzada se topó con alguien.
Y lo eligió a él.
¿El motivo?
Su brazo izquierdo.
Ese brazo que le cogió a toda ella con garra y la llevó hacia un lugar que jamás se hubiera imaginado.
Escrito por María del Río.

viernes, 21 de agosto de 2015

¡Zas!

Su primer fin de semana solo.
Ya había llegado el momento de que sus padres aceptaran que ya no era un chico de pasar los fin de semanas con su cuaderno de deberes Santillana.
Era el momento de quedar con ella. Esa niña/chica pizpireta sin proponérselo, de pelo alborotado y una boca con unos labios carnosos dignos de ser besados una y otra vez.
Él no dio el primer paso. Fue ella. A la salida de la clase de matemáticas. Fue clara. Mira, nunca he dado un beso y la verdad es que no sé si tú ya has besado todas las bocas de la escuela, pero eso me da igual, porque para mi serás la primera boca a quien bese. Si tú quieres claro.
Era inteligente. Él había besado a 5 bocas pero la que quería era la de ella. Sobre todo por su seguridad y porque nunca hubiera pensado que acabar una clase de matemáticas fuera tan gratificante.
Quedaron el sábado a las 19. Él estaba nervioso pero se lo negaba a si mismo. Pero dejó de hacerlo cuando de repente pensó que aunque hubiera besado otras bocas, no sabía besar. Ahí se colapsó y sólo quedaban 10 minutos para que ella llegara.
Llegó. Con una sonrisa de lado a lado. Se sentó en el sofá como si estuviera esperando el autobus del cole y con un gesto lade su mano le pidió que fuera al lado suyo. Él se acercó y ella le dijo que le besara. No pudo y ella sonrió. Sabía que te pasaría eso dijo ella. Desvirgar a una chica en su primer beso es una gran responsabilidad y más si las demás bocas besadas no han sido con chispa. Otra vez volvía a ser inteligente y eso a él le incomodaba a la vez que le tentaba besarla una y otra vez. Tras un silencio entre los dos ella mojó sus labios con los de él y simplemente sucedió. Fue el primer beso para los dos y quizás el mejor de sus vidas. Tan fue así que a día de hoy cuando lo recuerdan, pueden volver a probarlo una y otra vez. Nunca se despegaron el uno del otro.
¡Qué cosas!
Escrito por María del Río.

martes, 18 de agosto de 2015

ÉL.

Hoy cumple años la persona que me traía un cucurucho de sugus de los azules sabor a piña cada vez que me ponía enferma cuando era pequeña.
Hoy cumple años la persona que cuando me aburría siempre me decía que leyera y escribiera.
Hoy cumple años la persona con los ojos tan verdes como las manzanas granny smith.
Hoy cumple años la persona que me enseñó a que con perseverancia y humildad, los sueños se consiguen.
Hoy cumple años la persona que me enseñó a querer y ser querida.
Hoy cumple años la persona con la que cada día aprendo algo nuevo.
Hoy cumple años la persona con la que mantengo las mejores conversaciones telefónicas repletas de sabiduría y complicidad.
Hoy cumple años la persona que su "te quiero" es tocarme la nariz y una sonrisa de lado a lado.
Hoy cumple años la persona que me ha demostrado que cumplir años no importa si mantienes un espíritu inquieto, jovial a la vez que maduro.
Hoy cumple años la persona que cuando sabe que voy a Barcelona llega a casa a la hora de comer nervioso y feliz.
Hoy cumple años la persona de la que me siento más que orgullosa de ser su hija. 

Felicidades Papá. 
Te quiero.
Escrito por María del Río. 

lunes, 17 de agosto de 2015

CONVICCIÓN

Cada vez que veo esta foto me acuerdo de las luchas que tenía con mi abuela por no querer ponerme esos vestiditos. Lloraba y mucho. Yo lo único que quería era que pasara ese momento de princesita y que madre me volviera a poner mis petos de pana gorda, mis jerseys de lana de colorines y mis zapatillas con velcro. Y ser traviesa. Muy traviesa. Pero mi abuela tenía un alto poder de convicción y la quería con locura. Y por esto último dejaba que fuera su princesa durante unas horas.
Escrito por María del Río.

El poder del Abrazo

El poder del Abrazo: Acoges y te acogen.
Escrito por María del Río.

miércoles, 17 de junio de 2015

El Rey de las Camas

No hay día que no me acuerde de ellos. Mis abuelos. 
Por desgracia ya no puedo disfrutar de ninguno de ellos. 
Suerte que tengo una memoria prodigiosa y puedo viajar siempre que quiero al mundo de los recuerdos. 
Mi cabeza y mi corazón les regaló un espacio con vistas al mar para retener imágenes y palabras relacionadas con ellos.
Hoy quiero hablar de mi abuelo paterno. 
No vivíamos en la misma ciudad, por lo que tan sólo lo veía en verano. 
Su presencia era tan imponente que esos días junto a él me daba todo el empuje necesario para poder pasar el resto del año con optimismo y alegría. 
Siempre me llamó la atención su profesión. 
Tenía una fábrica de camas y somieres. 
Todas las habitaciones de la casa de mis abuelos tenían unos cabezales plateados y elegantes que recordaban a aquellas camas de las películas de los años 50. 
A día de hoy siguen ahí y me sorprenden siempre que los veo, sobre todo ahora que la era del IKEA convive con nosotros y lo artesanal va desapareciendo vertiginosamente. 
Me gustaba su profesión porque al fin y al cabo las camas no son sólo un lugar donde cabe el dormir y hacer el amor. También lo es para que personas se adentren en otras historias para evadirse de las suyas leyendo, otras hablan con la almohada sobre sus dudas existenciales, otros la utilizan para juguetear y hacer guerra de almohadas y en mi caso la cama es el lugar dónde surgen todas mis ideas creativas. 
Tengo una libreta en mi mesita de noche dónde apunto todo lo que se me ocurre y he de confesar que todo lo que se me ha ocurrido en ese lugar ha dado sus mejores frutos. 
Quién sabe, a lo mejor mi buena suerte depende de una cama. 
Lo que si sé es que el último verano en vida de mi abuelo que pasé con él fue en la casa de veraneo de mis padres. Él dormía en mi habitación y cuando murió siempre que iba le decía a mi madre que me pusiera las mismas sábanas que le ponía a mi abuelo. 
De eso han pasado ya unos veinticinco años y no he perdido esa costumbre. 
Y es que unas simples sábanas me hacen revivir momentos con él. 
Con mi abuelo. 
El Rey de las Camas.
Escrito por María del Río.

martes, 16 de junio de 2015

PREGUNTAR

¿Alguien me presta una cabeza libre de bloqueos y con gran capacidad para memorizar?
Se la devuelvo mañana por la tarde.
Hoy la mía no sé dónde está.
Gracias.
Escrito por María del Río.

domingo, 7 de junio de 2015

Con Alevosía.

Sé lo que quieres. Matarme. Házlo. No te cortes.
Pero te ruego que me dejes colaborar en todo el proceso.
Primero muérdeme los labios.
Luego distánciate.
Y finalmente, mátame.
Pero a besos por favor.
Escrito por María del Río.

sábado, 30 de mayo de 2015

CÓDIGO POSTAL

¿Te ha llegado mis besos?
Cuando te los mandé debí decirle a la señora de correos que fuera urgente.
Y frágil también.
Una remitente.
Escrito por María del Río.


viernes, 17 de abril de 2015

EN CALIENTE


Cuando estás en caliente tu cabeza va más rápido que tú.  Tu lengua y tus cuerdas vocales se despojan de todo lo políticamente correcto y arrasan sin ningún tipo de pudor.  En ese momento no piensas y lanzas todo al vacío.
Rabia. Ira. Así lo llaman. Yo prefiero llamarlo desahogo.
Luego te arrepientes pero reconozcámoslo, ese momento te sientes libre de todo envoltorio y por un momento (fugaz) eres totalmente primitivo.
Te enseñan a que debes aprender a relajarte, respirar 5 veces y callarte todo lo que se te pase por la cabeza pero no siempre quieres tomar esa opción.
Hoy es un día de esos. Un día en el que no pones comas ni puntos en todo lo que piensas y menos aún puntos suspensivos.
Hoy es uno de esos días en el que digo:

Hoy soy yo la que te mira por encima del hombro/Hoy soy yo la que soy pedante/Hoy soy yo la que no te reconoce tu trabajo/Hoy soy yo la que te utiliza y te folla sin cariño/Hoy soy yo la que fulmina a todo lo corrupto/Hoy soy yo la que te la hace la entrevista/Hoy soy yo la que toma el pelo/Hoy soy yo la que te calla y recalla/Hoy soy yo que se ríe en tu cara/Hoy soy yo la que no te pago/Hoy soy yo la que anda por delante/ Hoy soy yo la que no te doy oportunidades/ Hoy soy yo la que boicoteo tus sueños/ Hoy soy yo la que te desayuna-come-merienda-cena con patatas

Hoy y sólo en este momento en caliente tan corto me desahogo.
Como en las tormentas tropicales.

Escrito por María del Río.


domingo, 22 de marzo de 2015

EL DIAGNÓSTICO


Desde ese  instante  entendió todo.  Un instante  sin tacto.  Le tocó sin ganas y le vino a la memoria  la primera noche que pasó con él.  Una noche lejana pero no borrosa. Una noche que parecía  poco importante pero que después se alargó durante 5 años. Y es que nunca sabes lo que los instantes pueden provocar.  En este caso provocó un huracán de emociones que hoy y seguramente mañana  ya no provoquen ni brisa. Le dejó de querer.
Escrito por María del Río.

domingo, 8 de febrero de 2015

La Tostadora

Lo que veía ya no era de su agrado. Ella quería hacer de las tempranas mañanas el mejor desayuno tostado. Pero eso no ocurría desde hacía tiempo. Concretamente desde que ella se fue sin avisar. Ahora ya no había desayunos donde la complicidad abundaba por todos los costados. Él la echaba de menos pero ella, la tostadora, también. El paisaje que tenía ahora ya no era el de una mujer risueña y guapa a rabiar sino el de una mandarina que nadie querría comer. 
Escrito por María del Río.

martes, 6 de enero de 2015

ENTRADAS Y SALIDAS

Siempre he pensado  que son muchas las imágenes  y sonidos que hacen que un recuerdo  sea completo y transparente. A día de hoy soy una afortunada. Tengo una memoria impecable para recordar  momentos buenos y malos también. Pero para esos últimos tengo una estrategia para ser muy selectiva e ir desplazándolos poco a poco de mi cabeza y así poder acomodar a los buenos de la mejor manera. A los recuerdos buenos les doy la mejor habitación con vistas al mar que tengo en mi cerebro y nunca les falta energía. Los alimento bien y los cuido escuchándoles para que no se me revolucionen y me jueguen una mala pasada. No es fácil, pero si les mimas como es debido, te acaban queriendo de tal manera que cada vez que recurres a ellos, no te fallan y te hacen pasar un momento placentero. Tú y tu recuerdo durante un momento.  Menuda maravilla.
Hoy mi cabeza ha recordado algo de hace muchos años pero es como si hubiera sucedido hace apenas unos minutos. El por qué ha venido ese recuerdo no lo sé. O sí. Quizás se deba a la añoranza. Quizás.
Recuerdo perfectamente que cuando estaba en casa y esperaba a mi familia para comer, las llegadas a casa de cada uno eran diferentes y yo sabía con un solo sonido de la llave en la cerradura, quién era.
La entrada de mi abuelo era muy significativa. Siempre daba la vuelta a la llave en el lado contrario y cuando conseguía entrar decía: “A la próxima te gano señorita cerradura”. Nunca le ganó pero él se reía de ello. Dejaba su abrigo con delicadeza en el recibidor y bajaba las escaleras con el sonido de las llaves y del periódico que ya estaba abriendo en el primer escalón. Toda la escalera se enamoraba de su olor. No utilizaba perfume pero sí una crema que encandilaba a todos los que le rodeaban. Es lo que tiene ser dermatólogo. Y cuando llegaba al salón su sonrisa era perfecta. No hubo día que no apareciera con ella. Tan sólo una vez su sonrisa se ausentó. Y eso me alertó de algo. Cuatro días después de aquella entrada a casa, lenta, confusa, sin periódico y sin sonrisa, murió. Pero la sonrisa de toda una vida le ganó por goleada  a ese semblante melancólico que apenas duró muy poco. Y se le echa de menos. Mucho. Pero me quedo con sus entradas a casa que se impregnaban de toda la sabiduría de un hombre hecho y derecho.
Cambiando de persona y no menos importante, os hablaré de la manera de entrar a casa de mi padre. Desde pequeña sabía cuando llegaba él. Mi padre. Es inexplicable lo que me producía su sonido de meter la llave en la cerradura y cerrar la puerta sigilosamente. Sí. Es inexplicable. Pero lo que si sé es que yo corría hacia las escaleras en busca de él. Bueno y en busca de los “sugus” azules sabor a piña que me traía en un cucurucho cuando estaba enferma (y cuando hacía ver que lo estaba). Bajaba las escaleras y siempre me decía: “Hola Princesa”. Su voz grave se compensaba con la mía que era y sigue siendo muy aguda. ¡Y qué manera de bajar las escaleras! Imposible tener más clase. Cada llegada de él a casa escondía misterio. Pero del bueno. Y es que siempre estaba impaciente porque me contara cosas. Con mi padre tenía un apartado especial en mi cerebro para guardarme todo lo que me enseñaba. Un día me podía hablar de los números primos con sabor a literatura como otro día me hablaba de casos judiciales y el día menos pensado me hablaba de la magia de la física. Así era él y lo sigue siendo. Un hombre que enseña contantemente sin que se dé cuenta. ¡Menudo don el suyo!
Y llega el turno de mi querido hermano. Sus entradas siempre eran rápidas. Como si la llave no consiguiera adentrarse al final de la cerradura. No sé cómo lo hacía pero era un sonido que crujía a la mitad. Y ahí estaba él. Desde el recibidor se le escuchaba decir : “ ¡Huuuuola!”. Sin duda alguna era una entrada con garra y repleta de matices. Según bajaba las escaleras, yo sonreía. Me veía y acto seguido me cogía el moflete de manera cariñosa. Os he de decir que siente predilección por mis mofletes. Siempre decía que eran esponjosos y moldeables. Así que ya veis. Mis mofletes eran una especie de objeto anti stress a la vez que denotaban todo el cariño que me tenía. Me gustaba verle entrar y sentarme con él y no parar de decirnos chorradas. Las carcajadas siempre estaban aseguradas. Hasta el punto de llorar pero de risa. Privilegiada soy de que a día de hoy sigamos igual, aunque ahora las carcajadas sean por conversaciones de whatsapp. ¡Benditas ellas y bendito el placer de tener a un hermano como él!.
Y por último me queda la entrada más cómica de la casa. La de mi madre. Siempre he dicho que hubiera sido una gran actriz cómica. Bueno yo, toda mi familia y los amigos que la rodean. Y lo mejor de todo. Hubiera sido una gran cómica y sin darse cuenta. Para no desperdiciar ese gran talento, me permití robárselo y estudié Arte Dramático. Y oye, no se me da nada mal la comicidad. Por lo menos en la vida. La entrada de mi madre despertaba una risa contagiosa a la llave y no os cuento a la cerradura. Una vez entraba dejaba un rato la puerta abierta. Suspiraba y empezaba a hablar sola con su expresividad innata. Y siempre me llamaba con un “¡María! ¡Anda, que cuando te cuente lo que me ha pasado!”. Y mientras articulaba esas palabras, ya se estaba riendo y tenía tal fuerza y gracia que me contagiaba su risa al instante. Siempre le pasaba algo. Y gracioso encima. Aún sigue siendo así. Es la alegría de la casa. Incluso cuando tuvo una dura enfermedad. ¡Menudo espíritu jovial tenía la tía! Una mujer de bandera (guapa a rabiar) que anima, comprende, apoya desinteresadamente y hace reir a cualquiera. No me extraña que todos mis amigos del colegio quisieran venir a mi casa siempre. Me decían que mi madre sabía entender a los jóvenes y su risa era contagiosa. Así que puedo decir que con ella no me permito caer y si lo hago, procuro hacerlo con gracia. ¡Que para algo me enseñó tanto!
Y bueno, os podría contar mi entrada a casa pero creo que lo mejor sería que os lo contará mi familia. Tan sólo os diré que cuando entro a mi casa, toda mi familia dice lo mismo. “¡Ya llegó la revolución!”. Y acto seguido se ríen. Sin duda alguna sé que se nota mi presencia (para bien) y mi ausencia a veces les pesa. Soy un nervio pero pizpireta. O eso dicen ellos.
Placenteras son las entradas a mi casa y que duras son las salidas. Sobre todo las de no retorno. 
De las cuatro entradas a casa que os he contado me quedan tres de ellas. Y espero que por mucho tiempo más.
¡Larga vida a esos tres juegos de llaves y una misma cerradura!.
Escrito por María del Río.