La niña
llegaba corriendo del colegio cada martes.
Los Martes eran especiales para ella.
Se le cambiaba la cara la víspera del lunes.
Sus ojitos eran de color miel
pero los Martes se convertían en el verde más radiante.
La llegada de una persona muy especial
le hacía vibrar cada Martes.
Ese era el día de la niña.
Su madre se desesperaba con sus revoloteos.
Ponía todo patas arriba para ese gran momento.
Colores, saltos, música, carcajadas nerviosas...
La niña esperaba impaciente la llamada del timbre en su casa.
A veces temía que la bienvenida de esa persona no fuera lo suficiente.
Pero ella sacaba toda su imaginación para que fuera un espectáculo
Por fín llegaba ese momento.
Ese timbre que hacía saltar a la niña
se despertaba.
Su madre se quedaba boquiabierta del despliegue de emociones de la niña.
La persona que llegaba iba a ver ese momento.
La casa se convertía durante media hora
en un circo de personajes creados por la niña.
No dejaba ningún lugar de la casa vacío.
Todo lo utilizaba para que esa persona diera rienda suelta a todo tipo de sentires.
La niña se tranformaba en otras niñas imposibles de ver en el día a día.
Ahora bien
siempre terminaba de la misma manera.
La renacuaja catalana
siempre acababa con esta frase...
"Tú también puedes ser una niña cuando quieras
tan sólo dame tu mano".
Esa persona nunca decía nada al respecto
hasta que en sus últimos días de su vida
llamó a la niña y le dijo que le tendía la mano.
Ese día no era Martes...
era un lunes.
Dejó de estar un Martes.
Emprendía un nuevo camino
hacia otro circo más lejano.
Pero la niña aprendió que todos los días
son válidos para SOÑAR.
A pesar de todo
para la niña los Martes...
son siempre delatadores de algo
tanto para bien como para mal.
Escrito por María del Rio.
llegaba corriendo del colegio cada martes.
Los Martes eran especiales para ella.
Se le cambiaba la cara la víspera del lunes.
Sus ojitos eran de color miel
pero los Martes se convertían en el verde más radiante.
La llegada de una persona muy especial
le hacía vibrar cada Martes.
Ese era el día de la niña.
Su madre se desesperaba con sus revoloteos.
Ponía todo patas arriba para ese gran momento.
Colores, saltos, música, carcajadas nerviosas...
La niña esperaba impaciente la llamada del timbre en su casa.
A veces temía que la bienvenida de esa persona no fuera lo suficiente.
Pero ella sacaba toda su imaginación para que fuera un espectáculo
Por fín llegaba ese momento.
Ese timbre que hacía saltar a la niña
se despertaba.
Su madre se quedaba boquiabierta del despliegue de emociones de la niña.
La persona que llegaba iba a ver ese momento.
La casa se convertía durante media hora
en un circo de personajes creados por la niña.
No dejaba ningún lugar de la casa vacío.
Todo lo utilizaba para que esa persona diera rienda suelta a todo tipo de sentires.
La niña se tranformaba en otras niñas imposibles de ver en el día a día.
Ahora bien
siempre terminaba de la misma manera.
La renacuaja catalana
siempre acababa con esta frase...
"Tú también puedes ser una niña cuando quieras
tan sólo dame tu mano".
Esa persona nunca decía nada al respecto
hasta que en sus últimos días de su vida
llamó a la niña y le dijo que le tendía la mano.
Ese día no era Martes...
era un lunes.
Dejó de estar un Martes.
Emprendía un nuevo camino
hacia otro circo más lejano.
Pero la niña aprendió que todos los días
son válidos para SOÑAR.
A pesar de todo
para la niña los Martes...
son siempre delatadores de algo
tanto para bien como para mal.
Escrito por María del Rio.
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